Todos creemos tener la razón. Y cuando alguien nos da argumentos sólidos en contra… muchas veces no cambiamos de idea, sino que nos aferramos aún más a la nuestra. Este fenómeno se llama disonancia cognitiva.

La disonancia cognitiva ocurre cuando tenemos dos ideas que se contradicen, o cuando una información nueva choca con nuestras creencias. En lugar de integrar esa nueva info, el cerebro entra en alerta y busca proteger su “versión del mundo”.

Esto pasa porque cambiar de opinión implica admitir que estábamos equivocados, y eso puede tocar el orgullo, la identidad o incluso la seguridad personal. Por eso muchas personas defienden ideas con más emoción que razón.

En redes sociales, esto se potencia. Vivimos en burbujas de información donde solo vemos opiniones similares a las nuestras. Al exponernos a ideas contrarias, muchas veces respondemos con rechazo, burla o negación.

Sin embargo, poder cambiar de opinión no es signo de debilidad, sino de inteligencia y madurez. Implica escuchar, reflexionar y aceptar que el mundo es complejo.

Practicar el pensamiento crítico, cuestionar lo propio y estar dispuesto a aprender es una forma de crecimiento. Porque cambiar de opinión no es traicionar tus ideas… es afinarlas.

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