Vivir con menos no significa renunciar a cosas importantes, sino quitar lo que no aporta. Simplificar la vida puede ayudarte a tener más tiempo, menos estrés y más claridad en lo que realmente importa.
El primer paso es revisar tu entorno físico. Empezá por un espacio pequeño: un cajón, una mesa, una habitación. Eliminá lo que no usás o no necesitás. Eso genera sensación inmediata de orden.
Después, simplificá tu calendario. Preguntate si todas tus actividades son necesarias. Aprender a decir que no, sin culpa, te libera para decir que sí a lo que realmente querés.
El tercer paso es mental: aprendé a soltar pensamientos repetitivos, preocupaciones innecesarias o la necesidad de controlarlo todo. Meditar, escribir o simplemente respirar puede ayudarte a bajar el ruido mental.
Simplificar no es una meta, sino un proceso continuo. Cuanto más liviano vivís, más energía tenés para lo que verdaderamente vale la pena.





